Lo que otras veces eran victorias, con finales jugadas en el Nuevo Mirandilla, ahora son complicaciones y malos ratos. El Cádiz CF no perdió su final particular ante el Celta de Vigo porque Darwin Machís convirtió un balón en el gol de la jornada en el minuto 100 de partido. Nunca mereció la derrota el equipo de Pellegrino pero nunca tuvo la fortuna de lado, fallando dentro de ambas áreas, concediendo poco pero penalizándole mucho y fallando demasiado en zona de remate. El primer gol como cadista de Juanmi sirvió de mucho al final en un encuentro que deja vivo a los amarillos y le quita media salvación al Celta de Vigo que sí supo aprovechar las pocas ocasiones que tuvo aunque se marchó con un sinsabor agridulce cuando tenía la victoria en la mano. Es el fútbol.
Eran muchas las incógnitas que giraban en torno a la suplencia continuada de Maxi Gómez en la delantera. Cierto es que el delantero no había encontrado el gol en todo lo que llevamos de Liga pero también lo es que Chris Ramos había gozado de infinitas oportunidades malgastadas en los últimos metros con ocasiones falladas cuando el gol parecía lo más fácil. Con Javi Hernández “de vuelta y recuperado”, el equipo se parecía mucho al de jornada anteriores salvo las ausencias ya conocidas.
El buen ambiente no sirvió de mucho
Empezó el Cádiz como el ambiente estaba, con una carta de presentación en la que decía: “Aquí estamos y queremos ganar”. Una buena idea dede el inicio vestido de azul (qué cosas del destion) con esa camiseta especial dedicada al mar y a la armada y que obligaba a vestir al Celta de rojo. El Cádiz fue mejor en el comienzo con Maxi y Juanmi incisivos, ofensivos, con hambre. El Cádiz salió como se debe salir en un partido en casa, con un estadio casi lleno y con tantas ansias de victoria. Nada reprochable al equipo de Pellegrino.
Sin embargo a este Cádiz se le hace daño con poco. El Celta no se había acercado a la portería de Ledesma, ni siquiera había cruzado la línea del mediocampo pero cuando tienes a un tipo como Iago Aspas en el campo todo es más sencillo: Balón a la frontal que convierte el gallego en un auténtico golazo a los diez de partido. Increíble pero cierto.
A partir del zarpazo el Cádiz se diluyó en un mar de dudas, sin rumbo y sin ideas, temeroso y frágil, desconocido comparado con los primeros minutos y familiar con los últimos meses. La situación del equipo amarillo es preocupante y los jugadores lo sienten en el terreno de juego al menor contratiempo aunque en su beneficio hay que reconocer que nunca se rindieron.
La justicia del fútbol son los goles
Y es que el Cádiz no merecía ir perdiendo y lo que hacía era perdonar una y otra vez al celta; Maxi Gómez remató fuera un buen centro desde la esquina y poco después fue Juanmi quien envió fuera un gran diparo dentro del área. Poco después fue Guaita quien salvó un gran disparo de falta de Alcaraz. La única diferencia hasta el momento era la efectividad, ésa que tanto penaliza al equipo menos goleador de la categoría.
No parece que haya solución tal y como fue el partido, también en la segunda parte. Es de difícil entendimiento cómo arrancó la segunda mitad el equipo amarillo, dejando a merced del Celta todo el protagonismo y sin apenas inquietar la portería de Guaita. Cuando todo parecía ir mal, fue a peor con el gol de Swedberg que acababa de entrar en el terreno de juego. El Cádiz estaba en una situación injusta pero en el fútbol la injusticia no existe y sí los goles. El tanto del Cádiz llegó 586 minutos después del último anotado ante el Valencia CF hace seis jornadas, un oasis en medio del desierto, el tanto de Juanmi.
La efectividad se paga cara
El gol espoleó al Cádiz que navegó con rumbo fijo hacia el empate pero sin un capitán claro en el objetivo final y sin apenas generar una ocasión de peligro clara. El Celta, a lo suyo, perdiendo tiempo en cada ocasión que podía y que pedía el partido. Los de Pellegrino tomaron aire, buscaron resquicio dentro de la poblada defensa de Benítez y los suyos pero encontró poca respuesta, al menos hasta el tramo final del choque, más con corazón -que no es mala señal- que cabeza. Fue la cabeza lo que le faltó a Chris Ramos para rematar un buen centro que terminó de manera inesperada en la rodilla de Juanmi y en las manos de Guaita que se encontró un balón que hubiera sido el segundo del Cádiz.
Hay partidos que se pierden de manera justa y otros que te dan objetivos como al Celta le pudo dar esta la salvación sin merecerlo. Porque el Cádiz no mereció perder el choque en ningún caso pero su preocupante falta de pegada le vuelve a condenar y le deja a un milagro de la salvación, habiendo perdido ante un rival directo y sin dejar la sensación clara de que puede cambiar el sino de esta temporada que no es otro que el del descenso de categoría.
No se puede reprochar nada, no es que jugara mal tampoco pero es un cúmulo de todo que hacen que su rumbo sea errático, que sus decisiones nunca sean correctas y que casi nunca acierte dentro de las áreas, dando siempre vida al rival. No tiene fortuna como la que tuvo en el último minuto del partido. Un gol cantado de Sergi Guardiola lo salvo Guaita y en el cóner posterior, un disparo imposible lo convirtió Darwin en el gol de la jornada. Éste es el Cádiz actual, capaz de todo y de nada.
Ficha técnica:
Cádiz CF: Ledesma, Iza (Zaldua 86′), Chust, Meré, Javi Hernández; Escalante (64′), Alcaraz, Sobrino (Ramos 64′), Robert Navarro (86′ Darwin); Maxi Gómez (Guardiola 64′), Juanmi.
Celta de Vigo: Guaita, Manquillo (Mingueza 74′), Starfelt, Núñez, Sánchez; Tapia (Jalison 56′), Beltrán, De la Torre, Allende (Swedbeerg 53′ , Domínguez 83′) ; Aspas; Larsen (Douvikas 74′).
Árbitro: Ortiz Arias (comité madrileño) que amonestó a Tapia, Manquillo, Juanmi, Aspas.
Goles: 0-1 Iago Aspas, min 11, 0-2 Williot, min 59; 1-2 Juanmi, min 66; Darwin 2-2, min 100.